La anciana
desamparada
“¡Socorro!”,
llamó la voz desde algún cuarto del piso superior de la vieja
casona suburbana de los Pinkerton- McSweater. “¡Socorro!”.
Abajo, la
mujer levantó a penas la vista y sonrió levemente. Pero no se
movió.
Hubo un
silencio, un breve silencio. Afuera, los álamos oscilaban
frenéticamente, estremecidos por el temporal. El viento se filtraba
por las rendijas de la antiquísima mansión, agitando las telarañas
que colgaban del techo.
“¡Socorro,
socorro!” oyose nuevamente y había angustia en la desesperada voz,
que podía identificarse sin duda alguna como la de la anciana
Rosalía Pinkerton.
En el piso
bajo, la mujer escuchaba. Nadie más había en la casa sino ella para
acudir en ayuda de la indefensa anciana, pero no se movió.
Sin embargo
al cabo de un tiempo, cuando los estremecedores gritos de socorro
comenzaron repetirse casi sin intervalos, la mujer se levantó.
La escalera
chirrió lúgubremente a su paso. La mujer subía lentamente, pisando
cada peldaño con parsimonia y deliberación. Sólo durante una
décima de segundo, cuando la luz de un relámpago iluminó
fugazmente el descanso de la vieja escalera, alguien habría podido
comprobar que en su diestra brillaba un cuchillo.
Terminó de
subir la escalera, y continúo su camino rumbo a la habitación de la
anciana, desde donde se escuchaba aún provenir gritos de socorro.
“¡Socorro!”
gritó una vez más Miss Rosalía Pinkerton desde su sillón de
paralítica.
La mujer
abrió la puerta, siempre empuñando en su mano el filoso cuchillo y
penetró en la recámara.
“Al fin
vienes, haragana -le increpó Miss Rosalía-. Hace dos horas que te
he pedido que me traigas un cuchillo de postres para pelar las
manzanas. Cada día estás más lenta…”
Socorro se
encogió de hombros. Hacía ya quince años que estaba acostumbrada a
sus rezongos.
Daniel Waksman
Schinca.
“Al
Kaloide”.
Palabras con
historia
Las palabras
que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida encierran, en muchas
ocasiones, historias curiosas y sorprendentes.
La palabra
sándwich, por ejemplo, tomó su nombre de un aristócrata inglés
John Montague (1718-
1792), conde de
Sándwich. Cuando este estaba muy ocupado, prefería comer algo que
no le obligase a sentarse frente a una mesa puesta. De ahí procede
el nombre de este tipo de emparedado hecho con dos rebanadas de pan
de molde entre las que se colocan alimentos fríos.
También es
curioso el origen de la palabra murciélago. Cuando un niño se traba
y dice, con su lengua de trapo, MURCIÉGALO, en lugar de MURCIÉLAGO,
en realidad está llamando a estos animales por su verdadero nombre.
Antiguamente, murciégalo significaba “ratón ciego”, y con el
tiempo se produjo una metástasis, es decir, alguna de sus letras
cambió de lugar, hasta que se fijó el término tal y como lo
conocemos hoy.
Todo esto lo
sabemos a través de la etimología. Esta disciplina se ocupa del
origen de las palabras, nos lleva de viaje por tierras remotas y nos
presenta a grandes personajes de la historia o figuras anónimas que,
sin sospecharlo, acuñaron las palabras que hoy empleamos.
- ¿Qué tipo de texto es “Palabras con historia”? Justifica tu respuesta nombrando características de esta clase de texto.
- ¿Qué función del lenguaje predomina en él?
- ¿Qué es la etimología?
- ¿Cuál es la etimología de la palabra “sándwich”?
- ¿Cuál es la historia de la palabra “murciélago”?
- Señala con un color los paratextos. Analiza sintácticamente el título.
- Analiza sintácticamente el siguiente fragmento: “Antiguamente, murciégalo significaba ratón ciego…”
- Divide el texto en tres momentos y pon un nombre a cada uno de ellos.
Momento
1:………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Momento
2:………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Momento
3:………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
- ¿Por qué reconocieron los padres que el cautivo era su hijo?
- Explica con tus palabras el significado del enunciado subrayado.
- Analiza sintácticamente el enunciado resaltado en negrita
- Extrae: tres sustantivos, tres adjetivos, tres pronombres y todos los verbos conjugados que encuentres en el texto
¿QUIÉN
PAGA EL PATO?
ESCENA
I
Son
las tres de la tarde de un día otoñal. Un hombre, con un pato de
raza criolla y de sexo masculino agarrado por las patas, se detiene
ante el hogar de Doña Eduviges Garcette de Marimón. Toca timbre y
doña Eduviges sala a atender.
EDUVIGES
–¿Qué
deseaba?
SEÑOR
–Buenas tardes, señora. Su marido me manda para que le deje este
pato… Dice que lo prepare para la noche porque viene con invitados.
EDUVIGES
–¿Para la noche? ¡Y recién me lo trae! ¿No sabe
cuántos son los invitados?
SEÑOR
- Creo que dos, señora.
EDUVIGES
–Está
bien. ¿Hay que abonar algo?
SEÑOR
–No
señora. Está pago.
EDUVIGES
–A ver… permítame… Gordo está.
SEÑOR
–El mismo lo eligió.
EDUVIGES
–En fin…Traiga… ¿Está seguro que es para acá, no?
SEÑOR
–¿Familia Marimón?
EDUVIGES
–La misma. Sírvase… Para usted.
SEÑOR
–De
ninguna manera, señora. Propinas no. Soy amigo de su esposo.
EDUVIGES
–Ah, perdone.
SEÑOR
–Buenas tardes… y gracias de cualquier manera.
EDUVIGES
–Buenas tardes…buenas tardes…
SEÑOR
–Ah, qué cabeza la mía. Casi me olvidaba… Dice su marido que le
mande el sobretodo… Como refrescó, sabe.
EDUVIGES
–¿El sobretodo? ¿Cuál?
SEÑOR
–El nuevo.
EDUVIGES
–En fin… ¿Usted va para la oficina?
SEÑOR
–No… pero se lo puedo llevar.
EDUVIGES
–Muchísimas gracias. Le voy a dar la bufanda, también…Un
momentito ¿eh? Un momentito.
ESCENA
II
El
mismo día, al anochecer. Marimón de regreso en su hogar.
EDUVIGES
–¿Ya
estás de vuelta, querido?
MARIMÓN
–Sí, querida.
EDUVIGES
–¿Está
muy fresco afuera?
MARIMÓN
–Regular…
EDUVIGES
–¿A qué hora llegan los invitados?
MARIMÓN
–¿Qué invitados?
EDUVIGES
–Los que ibas a traer para comer el pato.
MARIMÓN
–¿Qué pato?
EDUVIGES
–El
que me mandaste hoy de tarde.
MARIMÓN
–¿Yo?
EDUVIGES
–Pero viejo. El pato que me mandaste por el amigo ese que te llevó
el sobretodo.
MARIMÓN
–¿Qué sobretodo?
ESCENA
III
En
la Comisaría. Está Marimón muy indigando frente al escribiente.
MARIMÓN
–¿Se da cuenta? Tome nota… tome nota.
ESCRIBIENTE
–Un momentito… un momentito… ¿No ve que tengo que escribir a
mano?
MARIMÓN
–Parece mentira, amigo. Ni máquina de escribir tienen.
ESCRIBIENTE
–Tenemos… tenemos.
MARIMÓN
–¿Dónde?
ESCRIBIENTE
–En la chacra del Comisario. Recién nomás la vino a buscar un
amigo…Muy servicial el hombre. El Comisario nos mandó por él una
yunta de pollos de regalo… Mírelos… ahí están. ¿Cómo era su
asunto, amigo? Le llevaron un pato ¿y qué más?
TELÓN
LENTO
Mauricio
Rosencof (uruguayo)
10
de mayo de 1964